lunes, 24 de marzo de 2014

La historia de un encuentro esperado...(es larga pero vale la pena)

Oficios y personajes del campo...

Esto comienza hace muchos años en una feria del libro, como no tenía cupo para hacer jornadas de Nivel Inicial, me anoté en las de Narración Oral, el segundo día se presentaban en dupla el autor y su narrador, allí una señora grande nos deleitó con el relato de un velorio campesino escrito por una chica joven...luego se hizo una rueda mas intima donde salió el tema campo y el tema docencia con la autora. En un momento ella dijo- el INTA de La Pampa le publicó a mi tío un libro sobre los oficios del campo "que ya están en desuso" como el alambrador, el pocero,... -Mirá que bueno- le dije- ¿Y cómo se llama?- Anotá- Y puse en un cuadernito "INTA- Angel Sirilo Aimetta, Personajes, oficios, profesiones del campo."  Volví del encuentro, ordené el material, y fue a parar a una caja. se quedó durmiendo allí como cuatro años...

Hace poco me puse a ordenar esos papeles y encontré el cuaderno, estaba casi vacío así que dije, lo dejo para mis anotaciones diarias. Atrás encontré y recordé y tuve ganas de ponerme en contacto...el nombre exacto del libro era "Oficios y personajes del campo". Escribí un mail al INTA, pero no tuve respuesta, investigué la pagina un poco mas y escribí al INTA de La Pampa, unos dos días después, llegó esta contestación "ya no tenemos el libro porque se agotó pero te doy el celular del autor, disculpas es de la única manera que te puedo ayudar" le di las gracias y un poco escéptica escribí mi primer mensaje al señor Angel Cirilo (con C) Aimetta ¡¡¡¡y obtuve respuesta!!!!me llamó a mi casa, me contó un poco de su libro y me preguntó cómo supe de él y por qué me interesaba...le expliqué lo de su sobrina y me interesaba porque crecí en el campo y sé de que se trata y lo poco que hay genuino al respecto.
Además soy docente al igual que mi hermana y próximas a el Día de la Tradición veíamos el poco material auténtico que se ofrece, todo es muy estereotipado, dibujado, acartonado, yo sospechaba que el libro iba por otro lado...este buen señor hasta se emocionó y tuvimos que buscar la manera de que el libro llegue, porque en La Pampa no hay muchas oficinas de correo, teníamos que hacer mutuos votos de confianza y yo armarme de paciencia hasta que el preciado volumen llegue a mis manos, lo hicimos a través de Oca, llegó en tiempo y forma (de por medio unos cuántos mensajes de texto).

El encuentro con el libro superó ampliamente mis expectativas, desde el vamos la parte de atrás tiene un breve y hermoso texto del padre Menapacce, luego las introducciones aclarando de qué va, lo que sigue y el índice (aunque suena raro) es un listado completo y maravilloso de los oficios de las llanuras de nuestro país, el autor acota el territorio para que no resulte un libro interminable...y luego adentrarse, no se imaginan la riqueza del libro, tiene textos informativos como por ejemplo la legislación de cada oficio, tiene textos didácticos cuando explica el clima o las regiones, las partes de un molino, los usos de un caballo, la diferencia entre domador y jinete y así casi hasta el infinito, diríamos que ya está ¡qué buen libro! a leer y aprender.
Pero no! el señor Aimetta va por mas y de casi todos los capítulos tiene un relato conmovedor, dispara directo a la emoción, invita a la reflexión, a la espiritualidad de las cosas camperas y al meollo mismo del ser humano. No solo es la descripción de un trabajo, es una persona en un tiempo y en un lugar, con alma, con sentimientos que lo realiza, la vida no es solo sucesión de hechos prácticos y técnicos hay sabidurías, emociones, penas, alegrías, creencias, sucesos trágicos, cómicos, poéticos, filosóficos.

Hay un par de relatos que me han dejado sin aliento, con lagrimas en los ojos, como "La flor de estos silencios" .
Se tensaron todos mis nervios y me latía fuerte el corazón leyendo la descripción de un hombre jineteando, tiene genio y pluma este señor para poner en palabras algo que es tan visual ..."Le quitan al lobuno en el palenque las anteojeras de bolsa con un chirlo en las orejas y el animal pega un salto felino capaz de subirse a un techo o saltar un río, se encoge como un gato, casi haciéndose una bola y arranca sin resuello corcoveando en caracol en un torbellino confuso y polvoriento para resurgir como una tromba enfurecida que quiere volar, tomar altura. Guillén le aguanta el primer trance y allá va arriba pequeñito, borroso y frágil como un pajarito prendido de una rama en la tormenta, hasta que logra sacarlo de esas turbulencias y hacerlo corcovear campo afuera en línea recta, aunque el lobuno hecho un vendaval, lo hacía en un complicado zig zag. No se podría decir cual de las dos cosas era peor, porque el lobuno en su furia, bufaba como un trueno, afinaba y tensaba como una cuerda, como en un eje su lomo de acero, y lo encogía y lo abombaba haciéndolo resbaladizo y expulsivo, con recursos locos y cabriolas extravagantes para deshacerse del jinete, pero Guillén, como con alas, dueño del aire, cada vez mas firme, ya había empezado a tijeretearlo con las nazarenas y a castigarlo a los costados. múltiples Guillén sobre varios lobunos, e infinitos lobunos con Guillén arriba se enredaban y desenredaban..." me parece una descripción exquisita, magnifica solo alguien que lo vio puede narrarlo así y muchos que lo vimos jamas lo podríamos poner en semejantes palabras, pero era leer y era transportarme a las jineteadas del Palacio San Jose durante mi entrerriana infancia...

Con todo lo leído me he sentido identificada, porque crecer en el campo, hace que uno comprenda las cosas no solo porque se las explican o se las muestran, sino que se viven, "se maman", entran por los ojos, por los poros, por el alma, así las cuenta el libro, no es una lamina infantil escolar, estática y de mala calidad, esto es pura esencia y por eso el anhelo de contarlo, transmitirlo...con el permiso del autor dejo la primera historia que me conmovió es del capitulo "El Boyero" me interesó porque no podía imaginar qué era (sería algo de los pájaros, de las boyas,...) resultó ser el muchachito, el adolescente que hace trabajos menores pero muy necesarios, esto resumiendolo en un renglón y aquí va:

Juan de La Catalina

El Juan Balmaceda, ya hombrecito había logrado el permiso de sus padres para ir solo a la ciudad, distante una diez leguas, cuando llegara el próximo parque de diversiones. Sería su salida de bautismo.

El anuncio del acontecimiento era anticipado, de modo que tendría mucho tiempo por delante para hacer antes las cosas que debía que hacer como boyero del puesto; además de los trabajos de temporada, tender las trampas y recoger las liebres y los zorros cazados para obtener los cueros que vendería en la barraca del pueblo junto con los huesos blanqueados del osamentero viejo y los cueros vacunos y lanares.

El Juan estaba hecho a estos trabajos y a aquellas esperas. En el campo, y mucho mas en aquel remoto paraje cercano al Meridiano V, donde se levantaba solitario, lejos de todos y con vecinos lejos, el único puesto de la dilatada estancia "La Catalina", el tiempo transcurría sin apuro, y esperar era parte de las cosas y una costumbre paciente, reposada y hasta inadvertida para ellos.

Cualquier hecho sucedía siempre después de una larga y natural espera. El celo y la parición de las hembras, ¡once meses para las yeguas!, los frutos de los olivos y los durazneros que habían plantado cuando habían llegado al campo; las fases de la luna,tan determinantes para la yerra, la siembra, la poda, el trasplante y la germinación de la huerta y de las pasturas, como tantas otras cosas que se ordenan a su influencia, la demorada lluvia, la cosecha, la paga. Una época y una espera para cada cosa. Siempre el tiempo parsimonioso y sabio, transcurriendo sin sobresaltos, y las cosas de la naturaleza acomodándose a su ritmo. Este discurrir también asienta el espíritu de aquellos campesinos tenaces, volviéndose serenos y esperadores, mansos y templados.

El Juan con quince años, era juicioso, observador y reflexivo, de sonrisa fácil muy dispuesto y servicial.
Cuando diciembre declinaba, sus trabajos concluyeron y pudo vender su zafra de cueros, huesos y cerdas, todo se había cumplido naturalmente. En la barraca supo de la fecha de llegada del parque de diversiones.

Llegó el día y prefirió ir en sulky para traer a su regreso algunas provisiones. Ató el lobuno trotador,de anca partida, y en un santiamén llegó al corralón de la Fonda de Rotondo, ubicado al pie del ferrocarril, medio a las afueras. Desató y proveyó al lobito de agua y fardo de pasto, que allí mismo le abastecieron.

En la misma Fonda compró pilchas y salió impecable luciendo bombacha blanca tableada, alpargatas "Tero", faja angosta con guardas vivas, camisa celeste, pañuelo bataraz al cuello y gorra vasca chingada.Y así endomingado, partió ya oscureciendo livianito y presuroso rumbo al portal del Parque.

En el trayecto el corazón comenzó a darle brincos y la sangre a galoparle mas de prisa: nunca había visto un Parque de Diversiones.Los altoparlantes detonaban en la noche calurosa una música de bullanga, entrecortada por frases efectistas y premiosas de un locutor que mentaba la fama del parque y advertía que el cupo de concurrencia tenía límite. El lugar era una isla de luz y el calor incendiaba en lo alto el manto oscuro de la noche.

Ya con el boleto en la mano haciendo fila entre el gentío, que empellaba por entrar, se le acercó amistoso un muchacho del pueblo, algo mayor que él, que había conocido fugazmente en el puesto, porque fugaz había sido su conchabo. El pueblero le narró como al descuido el percance de que su compañero que atendía uno de los juego ahísito de la puerta de entrada, por un malentendido le había llevado todo el dinero y entonces le pedía apenas el valor de la entrada para devolvérselo de inmediato una vez traspuesto el ingreso. El Juan solidario y confiado, tal vez inadvertidamente dadivoso, le dio el billete grande porque el resto era cambio chico. Lo vio enfilar para la congestionada boletería y lo perdió de vista. A él la avalancha lo arrastró como flotando y en un suspiro lo instaló del lado de adentro. Allí se quedó a esperarlo y pasaron los minutos y algo más.

El Juan nunca había visto tanta gente entropillada, y las caras le empezaron a parecer todas iguales y todas distintas; la de su conocido (desaparecido) se le repetía en multiplicados símiles al tiempo que no daba con ella como para interpelarlo, hasta que se le fue desdibujando y ya no recordaba como eran sus rasgos. Decidió buscarlo afuera, le dieron la contraseña, salió contra corriente de la turba en tanda, pero afuera no lo halló. Volvió a entrar y, resignado,viendo que la noche se le iba gastando en vano, desistió de la búsqueda. La tramoya irrisoria de un sarmiento lo había convertido en un pajuerano burlado.

El interior del parque era un conglomerado sofocante, y él, como ausente deambuló distraído y solitario por los huecos que le dejaba la muchedumbre. Con los poquitos pesos que le habían quedado, había alcanzado a tomar un turno en "La Vuelta al mundo", que si, le gustó pero no le produjo mas vértigo y más sensación de riesgo que subirse a la plataforma del molino de torre alta para atar la rienda cortada y frenar la rueda loca, un día de viento fuerte. Sin embargo, para él, eran todas tonteras y artificios que provocaban alegrías falsas, entretenimientos triviales muchos, nada inofensivos y, encima, roces y actitudes agresivas. Lo que no era de cera, era de goma, hojalata o plástico. Las diversiones y la alegría en el campo eran otro asunto, tenían motivos mas profundos y objetos y contingencias reales, no se basaban en simulacros y cosas artificiales.

De pronto advirtió un regusto amargo en su boca seca, y sin querer,se encontró instalado como observador de ese mundo hacinado, variopinto y ajeno. Allí decidió sobreponerse al incidente.
La gente se agolpaba a los codazos en las casillas y mesas de juego para disputar baratijas y fruslerías como trofeo. En los juegos de mesa los desafíos consistían en puntería, carambolas, acertijos, martingalas y chiripás: embocar la arandela en el cuerno de un toro unicornio; colgar virolas en un tablero claveteado o pender el aro de la oreja de un muñeco orejudo, tirar al blanco y a los patitos con rifles de aire comprimido, trucados; embocar argollas en los picos de botellas o en el juego del herrón; hacer invisible el diábolo, jinetear un toro mecánico, ganar algo en la rueda de la fortuna, dar con la flecha en los ojos reventones de una cara de italiano, bonachona, bigotuda y sonriente,pegarle con un fútbol para derribarlo a un negro mota de goma y pata de bola, Arrojarle dardos al ojo sano de un enano ojituerto, y luego tejos, lanzas, lancetas, tómbolas y demás chirimbolos, todo de utilería para obtener como trofeo un osito de felpa y otras naderías, en medio de un sinfín de extravagantes, grotescas, discriminatorias y macabras variedades.
Allá en los tablones de la cantina sumaban más y más gente que se apiñaba insaciable.a medida que el bochorno crecía. Hombres y mujeres alterados por los apretones (y cada vez mas por la cerveza), protagonizaban reproches y discusiones, hasta lo que fue para él algo patético, el colmo de cosa nunca vista: una riña feroz de mujeres madres que terminó a los revolcones sin que nadie apartara, mientras que un enjambre de párvulos de cada lado, llorando, tironeaba de su madre y se enredaba en el tumulto.

Mientras tanto, matrimonios gastados, con la cara fruncida y gestos desabridos deambulaban mirando sin mirar, deteniéndose sin detenerse, como sonámbulos aburridos, inanimados, como sin plata, como él. Fuera del fútbol y del circo el no sabía como se divertía la gente de la ciudad, allí lo estaba sabiendo. Padres vueltos cruelmente infantiles acaparando los turnos y desplazando a sus propios hijos del entretenimiento.
Un mundo en fin, reducido y sofocado. Un gentío de mal humor en pugna y a los empujones para divertirse, en realidad creyendo que se divierte: si alguien es feliz creyendo que lo es...Allí comprendió que la alegría verdadera no puede ser masiva, en todo caso compartida entre pocos, cuya emoción vibra en sintonía. Cuando artificiosamente se masifica, se convierte en una mueca o parodia, termina siendo una mascara de la tristeza y del aburrimiento como acababa de observarlo.

El Juan terminó mas descorazonado que burlado, y una certeza lo ganó: ni esos juegos artificiosos, ni esa disputa ansiosa, ni ese parque caótico pertenecían a su mundo. El suyo era un mundo colorido y amplio, apacible, luminoso y aireado, de alegrías sanas y juegos armoniosos simples, con los perros, con los potrillos,con sus hermanos y otros jóvenes de la comarca en acontecimientos familiares, yerras, cosechas, carneadas, arreos. Un mundo en concierto, con curiosidades, caprichos, misterios, silencios y enseñanzas en que la alegría y la risa fluían espontaneas.

Se fue a la fonda, le pidió a Rotondo que le abriera el corralón, ató el lobito y emprendió el regreso, siendo casi media noche.
Era una noche fresa de luna y estrellas brillantes, ideal para que el lobuno querenciero y conocedor al dedillo del camino trotara animoso. El se entretuvo mirando en el firmamento "El carrito volcador" , "Las tres Marías", "El facón", "La cruz del sur", "La iguana", "El sapito" y tantas otras figuras estelares, cada una con sus significados y pronósticos, presididas por el majestuoso "Avestruz", dueño de la Vía Láctea.

A medida que empezaron a respirar lo aires del campo, "el lobito" al trote suelto, le pedía rienda y rienda, y él olvidó el disgusto. Salió del camino real y entró en las huellas campo adentro, abrió tranquera sy empezó a sentir el olorcde los verdeos y los alfalfares, a oír el silbo de las martinetas repitiendo su dulce y solidario "Ché, pobre peón", en su silbido, los gritos de alerta del chajá centinela en la laguna, el tropel que pegan con su torpe aleteo los dormilones, la vocinglería delatora de los teros y el ronquido estremecedor del búho, carnívoro y orejudo,espantando a otros pájaros con el grito agónico de algunas de sus presas, el chirrido de los molinos tirando y el contra canto de los chorros del agua que suena musicalmente al caer al tanque, en esa sinfonía nocturna, a cielo abierto, comenzó el juan a reencontrarse con lo suyo y un alivio reparador le trepó por la sangre para devolverle el alma apaciaguada.

El relincho del nochero en el corral y el ladrido festivo de los perros sus compañeros de juego y de trabajo que salían a recibirlo lo hicieron sentir del todo desagraviado.
Se juramentó guardar silencio y nunca mas ir a buscar otra alegría que no pudiera encontrar dentro de su propio mundo. FIN.

Precioso ¿no? Enseguida le escribí contándole que me había conmovido Juan de la Catalina....me respondió Pero que gran emoción porque ese Juan soy yo....

Quedé encantada tenía una hermosa, hermosa historia para contar. (En otro post contaré todo lo que se puede trabajar en el nivel inicial con este relato fascinante).





Hasta la próxima.
Laura






2 comentarios:

  1. Guau Puet hermoso!!!como persona de campo que aún me considero,aunque ya no viva en el campo propiamente dicho,siempre cerca,igual,de él y sus costumbres...el sueño de que mis hijos pudieran vivir esa gran experiencia del campo se me está haciendo realidad pasito a pasito con Eze,compañero incanzable del "abuelo Carlos"como le decimos...amaneceres a las 6 am...ordeñes de "vacas locas"...cabalgatas en el "Rosendo"...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué bueno Bicho, en las ciudades grandes es difícil lograr algo así por eso mi afán de transmitir cosas interesantes y reales, que no suene lejano y raro sino muy nuestro...es un trabajo de hormiga y quién pueda disfrutar del campo que lo haga con ganas!!!!

      Eliminar