sábado, 29 de junio de 2013

Las Ciencias Sociales en la infancia.

Preparando unos temas para trabajar con docentes me puse a leer un libro de Beatriz Goris llamado “Las Ciencias Sociales en el Jardín de Infantes”.

Ella antes de adentrarse en temas estrictamente pedagógicos hace una introducción e invita a pensar en nuestra propia infancia, los recuerdos, las vivencias. Pero dice ella no solo recordar sino preguntarnos cómo mirábamos el mundo, que ideas teníamos de la realidad, de los adultos, de la vida. Y sigue….
Le cuento. Yo viví hasta los siete años en la casa de mis abuelos paternos, y luego mis padres se mudaron a una nueva casa; en esa época de mi primera infancia, una de mis mayores desilusiones fue cuando mi mamá me dijo que el té y el café se hacían con agua; si leyó bien, estos productos perdieron ante mi mirada todo su valor: “¡agua!”.
Recuerdo cuando un gato mató a un pajarito, el equilibrio de la naturaleza no entraba en mi pequeña cabecita: ¡era tan terrible el acontecimiento!
Yo tenía dos amigos, Pilar y Ángel    ; vivían en la casa de la esquina; ellos tenían unos primos que para comer colocaban la mesa entre las dos camas. La idea me había parecido maravillosa: comer sentado en la cama. La desigualdad tampoco entraba en mi mirada del mundo: esa familia no tenía otra posibilidad espacial ni económica.
Mi otro amigo, Cachito, tenía una manifiesta discapacidad mental, pero la discapacidad no formaba parte de mi evaluación del mundo: Cachito era mi amigo, alto y delgadito, y cuando jugábamos en la vereda de una lindísima calle de tierra, ya que el asfalto llegaba solo hasta la esquina- dicho sea de paso, las calles de tierra tienen en los días de lluvia un olor inigualable y especial-, Cachito me defendía de cualquier peligro.
Enfrente de mi casa, vivía Oscarcito, un hijo único muy sobreprotegido; vivía en una casa enorme, de estilo inglés, con una fuente en el jardín. Cuando recuerdo esto, me doy cuenta de que yo evaluaba el mundo por lo afectivo; no recuerdo a mis amigos por sus posibilidades: las diferencias las marcan los adultos.

Verdaderamente el texto emociona y es real…uno se pone a pensar en la propia infancia y es cierto que desde la panza vamos tomando ideas del mundo, muy rudimentarias al  principio, cada vez mas complejas con el paso del tiempo.

Yo viví y crecí en el campo, nunca me di cuenta de la libertad que tenía ante mi, hasta que tuve que vivir en la ciudad, donde, por ejemplo no se ve el cielo completo y de noche se aprecian pocas estrellas.
Recuerdo que un día encontré un huevo de color, le pedí por favor a mi mamá que me lo cocine especialmente para mí, cuando lo saca y empieza a pelarlo (yo expectante porque por primera vez comería un huevo marrón) casi me desmayo cuando veo que era blanco adentro, ahora ni lo quiero dije y mami que no sabía cómo disculparse por no haber captado lo que mi cabecita imaginaba…claro que no fue muy severo el trauma, pero los pequeños están llenos de ideas, de pensamientos acerca de las cosas, eso es lo que nos mueve a aprender (con el riesgo de desilusionarnos).
Con mis hermanas siempre recordamos que pensábamos que al viento lo generaban los arboles (era lógico, cuando los árboles se mueven ¡¡hay viento!!).

En mi casa al comedor lo llamábamos “la pieza de jugar” me llevó mucho tiempo comprender el concepto de comedor aplicado a ese espacio de hogar, yo era ya bien grande y seguía llamándolo pieza de jugar jeje.

En casa la comida se hacía en una cocina a leña, siempre había fuego crepitando, ceniza en el piso, leña al lado y una pava negra, con agua caliente (cuando no tenía se armaban serias discusiones sobre quién no la había vuelto a llenar), viviendo en la ciudad noté como las docentes sentían pena de los niños que iban “con olor a fogón” como si fueran sucios o sus madres descuidadas, claro!!ellas no imaginan que ese olor impregna todos los rincones de la casa mas pulcra…y que no tiene un solo significado….

En casa siempre hubo perros pero no adentro, eran grandes, para jugar, para avisar si llegaba alguien, y para “ayudar en el campo”, fue raro con el tiempo descubrir coquetos perritos bañados, vestidos, sacados a pasear (en Buenosaires un chico lleva un montón juntos, son de muchas personas que le pagan para que los lleve ¿¿¿???)…

Para los niños de campo las yerras y carneadas son días de fiesta, hay preparativos previos, hay que “conseguir la gente” que vendrá a ayudar, hay que matar animales,(juntarles la sangre, lavarles las tripas porque ahí adentro van los salamines, separar vísceras, despostar la carne) cuando se castra y se marca se lastima a un animal, ustedes creen que yo lo vivía así ¡¡jamás!! Formaba parte de un hecho sumamente natural, reconozco que trataba de no mirar el momento en que mataban la vaca o el chancho pero sabía perfectamente lo que sucedía, no me disfrazaban el hecho con ningún cuento. 
Y pensar que hoy conocemos movidas bastante fuertes de gente que se ha vuelto vegetariana porque no comprende ni acepta estos hechos, y en el medio miles de ideas o tal vez no ideas ¿nos hemos preguntado de que esta hecha y cómo la rica morcilla que devoramos en la parrilla? Seguramente no, y no está mal.
A lo que voy, es que cada hecho cotidiano, humano o social, contiene un entramado muy complejo que apenas vislumbramos,sin embargo es apasionante asomarse y atrevernos a invitar a los niños, que son curiosos por naturaleza (pero la curiosidad se estimula o se atrofia según corresponda) y se hacen ideas de todo lo que ven y tocan…

Viviendo en el campo papá trabaja afuera pero va y viene a casa, se toma un descanso, nos tomamos un día para ir a la ciudad de compras o a hacer trámites, nos llama para ayudarle…cuánto me cuesta ahora aceptar los rígidos horarios que debe cumplir mi esposo…por otro lado mi mamá podía ser ama de casa pero también trabajar afuera, a la par de mi papá haciendo delicados trabajos como huerta, jardín, injertos, recolectar huevos o rudos, como sostener una vaca, alimentar mil pollos con pesados tachos llenos de alimento, ayudar a reparar un alambrado, etc hasta el infinito.

De pequeña (y no tan pequeña) también creía que toda la gente de campo vivía igual y solo era diferente la de ciudad, hoy sin embargo sabemos que hay gente de campo muy adinerada, poco adinerada y muy pobre también, lo mismo que en la ciudad.

Por eso nunca se insiste lo bastante en una de las características de las Ciencias Sociales que es la COMPLEJIDAD, todo acto, hecho, aspecto humano es complejo y tiene variadas explicaciones, diversas voces, por esto se dice que un contexto muy conocido puede no serlo tanto según desde donde lo observamos o indagamos, muchas veces tenemos que sacudir las ideas para pensar de manera mas abierta y creativa, y esto nos llevara a mas conocimiento pero lo que a mi me encanta es que nos llevará a mejores conocimientos, mas profundos, realistas, ciertos…
Beatriz concluye el párrafo diciendo que ella medía todo por lo afectivo, es realmente maravilloso, pensando en lo que yo recordé podría decir lo mismo porque fue una infancia felíz y rodeada de afectos, pero diría además que medía muchas cosas desde la inocencia y la naturalidad con que los hechos suceden y las cosas son:tengo estampas muy grabadas, que los días de melancolía afloran con fuerza: paisajes, olores, sensaciones, colores, aventuras, anécdotas…mi infancia es un paseo por las cuatro estaciones con todos los sentidos dispuestos…
Hasta la próxima

Laura

lunes, 17 de junio de 2013

Obra de títeres: El sabor de la luna.

Esta obra está tomada de un poema muy bonito, que luego reformé como guión de títeres además de cambiarle algunos "sabores", ya que el original nombra cosas que en Argentina no comemos ni conocemos. La primera vez la usé para el cumple de mi hija, la temática era gatos y lunas.
Con el tiempo la planifiqué para niños de nivel inicial y así es como la voy a compartir acá: con objetivos, contenidos, etc. espero que les sirva tanto para entretener como para enseñar. Lo que seguro van a lograr si lo hacen con pasión es disfrutar...

Sección: Primera

Objetivos
-          Que los niños aprecien y disfruten una obra de títeres.
-          Que los niños se inicien como espectadores críticos.

Contenidos
-          Opinar acerca de obras de teatro en las cuales han participado como espectadores.

Espacio: La sala

Materiales:

Un bastidor, títeres (luna, tortuga, elefante, jirafa, cebra, mono, ratón), guión de la obra “El sabor de la luna”, caramelos.

Disposición:
Docente (titiriteros) detrás del bastidor. Niños sentados frente a el en sus sillas, dispuestas en semicírculo.

Tiempo: 40 minutos, aproximadamente.

Desarrollo:
Delante  del bastidor se presentará la obrita. Diremos como se llama y minimamente de que trata para entrar en clima no para adelantar nada.

Se realizará la obra, con música instrumental de fondo. Al finalizar dejar un tiempo para que los niños se expresen.
 Nos colocaremos delante del teatro, con los personajes, ver que efecto causaron, cuál les llamó la atención, qué sentimientos o críticas despiertan.
Al final repartimos caramelos con “pedacitos de luna” así también los podemos saborear entre todos.
  
Guión

RELATOR: redonda luna, redonda, a que sabe tu panza oronda, ¿A caramelo de turrón o a pollito con limón? ¿Queremos saber si es dulce tu sabor o salado como el mar de Japón?
Intrépida la tortuga caminando va a la montaña mas alta ¡¡¡cerquita de la luna está!!!

TORTUGA: _¡¡¡ Lunaa lunera cascabelera!! ¿Eres rica como la pera?

LUNA: _ Eso jamás lo sabrás jajaja

Entonces la tortuga al elefante ayuda rogó (ayudaaaa)  la trompa levantó y a la caparazón subió

ELEFANTE: Luna lunita cascabelita ¿tienes gusto a papas fritas?

LUNA: _¡¡¡ Jajaja a papas fritas!!!!!

La traviesa luna jugar quería, cuánto mas se alejaba, más se divertía.

ELEFANTE: _ Ayuda Cuellolargo, queremos alcanzar la luna.

Y doña jirafa a su espalda subió

JIRAFA: _ Luna lunosa cascabelosa tendrás sabor a flan de rosas

LUNA: _ No no es a otra cosa ¡otra cosa mariposa…o jirafosa… jajaja!!!

Los animales no se daban por vencidos cuanto mas se alejaba, ellos estaban más unidos. La jirafa enseguida a cebra rayada llamó que de inmediato llegó y con mucho cuidado a Cuello largo subió

CEBRA: _ Luna lunasa, cascabelasa  ¿eres exquisita como puré de calabaza?

LUNA: _¡¡¡Eso lo sabrán, solo si me alcanzan!!!

Doña cebra de inmediato al mono llamó, travieso y ligero él llegó.

MONO: _Luna lunota cascabelota ¿Eres como la compota?
Dame un cachito muy chiquitito para saborearlo un poquitito

La luna distraída miraba a los chicos y se reía.

MONO: _Casi me doy por vencido ¡¡¡Llamemos al ratón!!!

TODOS: _Si si si

A la cima de la torre pronto llego el ratón y de un mordisco trozo de luna arrancó

RATÓN: _ Mmmm esta luna es más rica que la aceituna!!!!

Del ratón al mono, del mono a la cebra, de la cebra a la jirafa , de la jirafa al elefante y el elefante a la tortuga va pasando, va pasando el trocito de luna…
El gusto animal contento quedo al comprobar su rico sabor y a coro dijeron:
¡¡¡Es más rica que un bombón!!!
Y este cuento con dulce sabor su final alcanzó


jueves, 6 de junio de 2013

Una apreciación del Corral de la infancia.

En la feria del libro me pude comprar “El corral de la infancia”  de Graciela Montes un  libro sobre literatura infantil que hace mucho quería leer. Comencé muy entusiasmada pero resulta que llegué a un punto en que dudé y casi tiro el libro a la basura voy a transcribir el texto que me impactó (a ver que sienten uds.) Lo escrito en negrita es mío.

“Empecemos por el principio: nace un niño. ¿Y qué es un niño a fin de cuentas? Un raro, un diferente. Al comienzo ni siquiera es fácil reconocerlo como humano, como retoño de la propia humanidad. Es el salvaje, el animal, el que ni siquiera tiene la palabra (el in-fante); el sucio, además, incapaz de controlar su mierda; el gritón, el incomprensible. A Alicia, la del País de las Maravillas, una niñita tan educada, tan humanizada ya, le bastó tener uno de esos engendros en brazos para descubrir su verdadera naturaleza: se trata de una criatura tan asombrosa como la que descubrían sus contemporáneos  exploradores de África y de Australia; un animalito gritón, dificílisimo de sostener, que gruñe y ronca como una locomotora, que se enrosca y se estira como una estrella de mar, y que, como era de prever, termina convirtiéndose en cerdo. (ver el capítulo cerdo a la pimienta de Alicia en el país de las maravillas)
El recién nacido es el animalito, el “casi cosa”, el que no puede, el incapaz. O tal vez no un incapaz- piensan algunos sino un capaz de muchas maldades. Porque algunos lo encuentran muy malo de a ratos, peligroso. Grita tanto, berrinchea de tal manera que incluso es posible que sea el Maligno en persona, un autentico demonio, “la piel de Judas”. Algo que a nadie puede llamar la atención si se tiene en cuenta su mancha de nacimiento, el pecado original,que lo convierte en el jugo de la raza, en el extracto de la culpa de la especie.
En todo caso, animalito o demonio, de algún modo hay que controlarlo, fajarlo, entrenarlo, disciplinarlo. Hasta golpearlo, exhorcizarlo y mutilarlo si hace falta, o arrojarlo, si no queda más remedio, de lo alto del monte Taigeto.
Bueno, no se como llegué hasta ahí, me pareció horrorosa la descripción, me ahogaba, no quería pensar que la autora pensaba así, peeero  muy conciente de lo que escribió y haría sentir prosigue…
Sin embargo- las cosas nunca son sencillas-, el recién llegado también es delicioso y conmueve. Es el Inocente, el tierno, el seductor, el jugoso, el fresco,  el deseable, el angelito de Dios, el niñito Jesús. Hay que protegerlo,, mimarlo, acariciarlo, comérselo a besos. Es el reparador, el redentor de todas nuestras culpas, el bueno, lo mejor que tenemos, la única esperanza, el hijo, la alegría de la casa.
Ahora si después de este último párrafo volvemos a respirar aliviados. (qué viva cómo nos atrapó y anticipó lo que sentiríamos) Ahora sí que nos reconocemos como buenos adultos. Es esta  la imagen que preferimos, las escenas que  evocamos, son ahora mas familiares, mas domésticas, menos drásticas y dramáticas que aquella mítica del ogro comeniños. Ya no se piensa en bosques aterradores y en grandes mandíbulas insaciables sino en madres y padres comunes y corrientes, en nodrizas, en maestros, en adultos envolviendo niños en largas fajas, por ejemplo, o llevándolos en brazos, o enderezándolos con la vara en la mana, o poniéndoles acíbar en las uñas para que no se las coman o enseñándoles las declinaciones en latín, o disfrazándolos y haciéndolos bailar, o besándolos y mordisquiándoles la nuca, o haciéndolos saltar en las rodillas.
y sin embargo, en cierto modo, ahí está el ogro, porque ahí está la infancia. Y porque lo que hace que la infancia sea la infancia, lo que la define, es la disparidad, el escalón, la bajada. Adulto-niño, grande-chico, maestro-alumno, el que sabe y el que no sabe, el que puede y el que no puede. O desparejo. Una relación marcada irremediablemente  por la hegemonía. En primera y última instancia una relación de poder que acarrea la dominación cultural, como un trencito.
Las distintas maneras en que cada uno se relaciona con su propia infancia, el modo en que la repara y reconstruye día a día, esforzada y afanosamente, termina por dibujar una historia personal. Del mismo modo, las distintas maneras en que se han relacionado los padres con sus hijos en los distintos momentos de la historia de las culturas (…) terminan por dibujar una historia de la infancia.

Es realmente interesante lo que plantea, fuerte, sin concesiones, así es Graciela. Ya me convencí que no estoy leyendo un dulce librito sobre infancia. Je je


Hasta  la  próxima.
Laura.