viernes, 12 de agosto de 2011

Mi querido Pedro

Cuando era pequeña tuve la gracia de que mi tía Ana le preste a la familia una preciosa Biblia Juvenil, con tapas de cuero verde y el título escrito en letras doradas. Adentro tenía un tanto resumidos todo el Antiguo Testamento y el Nuevo con bellas láminas ilustrando cada texto.
En catequesis estábamos fascinados, yo la llevaba para que la señorita nos muestre las ilustraciones, tengan en cuenta que no era un época como está llena de láminas y recursos visuales, de esto hace más de 20 años en un minúsculo pueblito del interior, la catequista nos mostraba la imagen correspondiente al tema del día, afuera con mis compañeras la mirábamos y yo les decía los títulos porque obviamente la conocía de memoria, ya que con mis hermanas pasábamos las mañanas invernales metidas en la cama de mi mamá mirando y mirando cada una de las escenas .
Nos atrapaba, en particular la tentación de Jesús ya que la ilustración mostraba al demonio, con toda su fealdad, la curiosidad infantil tiene atracción por las cosas terroríficas, aclarando que teníamos una fe muy profunda y nos dejaba tranquila saber que Jesús lo venció. ¡Es horrible, pero Jesús no le creyó nada!- decíamos.

La otra escena a la que quiero referirme (y debo reivindicarme) es a la de Jesús caminando sobre las aguas, Pedro hundiéndose y el Señor tomándolo de la mano porque tuvo miedo. Yo en mi soberbia inocencia comentaba muy segura ¡qué tonto Pedro, mirá si estando Jesús ahí yo me voy a hundir!
Pobre de mí, tantas veces en la vida he tenido al Señor al lado mío, esperándome para que camine hacia Él sin miedo y he escuchado el viento o me dejé avasallar por la tormenta y tuvo que venir con Su mano a rescatarme. Es fácil mirar de afuera y decir que debía hacer el otro, o que haríamos en su lugar….
Pedro es el personaje bíblico que más me conmueve, debe ser porque me parezco mucho a él (digo al Pedro de antes de Pentecostés), atropellado, bocón, exagerado, torpe, pero lo que no se puede discutir es que amaba a Jesús por supuesto que imperfectamente, quizá sentimentalmente, humanamente pero lo amaba…
Este fin de semana que pasó, justo era sobre este Evangelio, estando de paso en una ciudad escuché bellas palabras del sacerdote que predicó en la misa, él decía: muchas veces nos pasa lo que a Pedro nos entusiasmamos con algo pero la tempestad nos hunde, porque ante la dificultad le pedimos al Señor que nos ayude, que nos asista, que nos arregle el problemita “como nosotros queremos” y olvidamos el ENCUENTRO…incluso nos perdemos el encuentro…estamos caminando hacia Él, nada nos puede pasar. Si podemos darnos cuenta, en medio del miedo, podemos gritar la oración de Pedro en aquel momento ¡Señor Sálvame!

Lo que escribo a continuación está tomado del libro Simón Pedro de Georges Chevrot que me ha fascinado…
Jesús clavó su mirada en él y penetró lo más profundo del corazón, más allá del pobre artesano pescador Jesús veía a toda su Iglesia hasta el final de los tiempos, no le pide que disimule su personalidad lo conocía desde siempre, lo esperaba…le cambia el nombre y con ello toda su vida, los horizontes de Simón llegan hasta el otro lado del lago Genesareth, formará una familia creyente que tomará su barca cuando cierren sus ojos, sin embargo Dios tiene otros planes no morirá en el minúsculo villorio de Betsaida, tendrá otra multitud de hijos, timoneará una barca que atravesará mares más turbulentos que el Tiberiades, con miras a trabajos más rudos…
Así es el Señor, un alma se presenta ante Él y la atraviesa de parte a parte, la adivina, la nombra, la consagra y en cierto modo toma posesión de ella, pues somos objeto de una vocación especial por parte de Dios.
Dios nos nombra y nos llama a una tarea, no señala una función y eso constituye nuestra vocación, pero también nos da libertad. Nos ha dotado de cualidades apropiadas para la tarea que espera de nosotros. Más no las da en pleno desarrollo, sino como semillas que debemos cultivar y hacer crecer al sol de su Gracia. Simón puede llamarse muy bien Pedro, pero no cambia de carácter como de nombre. No manifestará de inmediato la firmeza que indica su nombre…al llamarnos Dios no nos anula, sino que nos estimula Él llama pero debemos responderle. Simón se convirtió en Pedro a costa de renovados esfuerzos, nosotros no conseguiremos las virtudes sino con energía y paciencia, Dios podría dárnosla sin nuestra colaboración, pero eso es creación. La vocación añade a la acción creadora la libre respuesta de la creatura.
Cuando crea el universo irresponsable dice “hágase la luz” y millones de soles iluminan el espacio, pero cuando hace al hombre un ser moral, le pregunta y lo invita ¿Quieres ser la luz del mundo?
Cuando le dice a Pedro navega mar adentro, a este no le parece la mejor idea, el mediodía no es momento de pesca, saben del tema, están cansados, pero es posible resistirse a la palabra de Cristo y al punto obedece y mientras navegan piensan y si volviéramos con pesca (la esperanza es más fuerte que la duda en el corazón del hombre (Jesús también persigue una idea. Estos pobres hombres deberán predicar el reino, deberán enfrentar la Roma imperial con las únicas armas del amor y el sacrificio. Es una locura lo que va a pedirles, los lanzará a una aventura inverosímil…por eso los debe convencer de que con Él se puede lo inverosímil…..así es todo el libro pura belleza, espiritualidad y profundidad.
Dios quiera algún llegue a parecerme (aunque sea un poquito) al renovado y probado Pedro(después de Pentecostés) en humildad, valentía y santidad.




La terrorífica imagen jeje

La imagen del protagonista de este post.







Hasta la próxima.
Laura.