En principio diría que (para mi) no pasó el bicentenario porque la fecha pasó. Pienso celebrarlo hasta 2016, en todo este tiempo reflexionar, hacer una búsqueda, proponer nuevos planteos, trabajar por mi Argentina, por mi gente, por hacer más noble y más bello este lugar. Y hablando de reflexión pienso en las raíces de esta Patria, tuvo hondas raíces cristianas y quiero rescatar algunos hechos que no nos van a enseñar en la escuela pública (y en la privada tampoco, aunque sea catolica), que no nos va a mostrar TVR, ni 6,7,8, ni canal encuentro (o tal vez si). Ni va a estar escrito en un libro de Felipe Pigna o en el discurso de nuestros politicos.
Entonces hago un humilde rescate de los valores cristianos de nuestros grandes próceres (seguramente con defectos odiosos también) pero no por eso menos grandes. En primer lugar tenemos como Madre y Patrona, a Nuestra Señora de Luján, que tiene una bella historia de cómo se quedó en este lugar, con hechos y personas muy simples, sin grandes apariciones, ni magnificencias (que también las puede tener y son maravillosas) pero este no fue el caso. El milagro sucede con una imagen cargada en una carreta, cuyos bueyes no quieren marchar. Con un negro esclavo llamado Manuel que “siente” que la Virgen se quiere quedar, recibe un soplo del Espiritu Santo, sugiere bajar la imagen y la carreta por fin se mueve. ¿Qué habrán sentido aquellos paisanos en ese momento? ¿Qué habrán rezado? La Madre se quedaba con nosotros mucho antes de la Independencia, en 1630.
San Martín: Su corazón religioso y compasivo Después del combate de San Lorenzo, encarga al guardián del convento la celebración de varias misas, para rezarse, durante el mes de febrero de 1813, por los caídos en la refriega; y otras, con tedéum, en acción de gracias por la victoria, Coloca cruces sobre las tumbas de los muertos -como lo hará también en Chacabuco- y acepta con satisfacción cristiana y agradece afectuosamente los servicios espirituales, que el presbítero Julián Navarro y los treinta franciscanos prestaron heroicamente a la tropa. En carta del 5 de febrero de 1813, el padre guardián Pedro García habla del 'religioso y compasivo corazón' de San Martín, quien les consigue cuanto piden, apuntando en su declaración al gobierno: 'es notoria la decidida adhesión de aquella Comunidad a la sagrada causa de América, de que he sido testigo'. Luego cumplimenta a los frailes en una carta desbordante de afecto hacia los ministros de Dios: 'Los beneficios del convento de San Carlos están demasiado grabados en mi corazón para que ni el tiempo ni la distancia puedan borrarlos... Diga Vd. un millón de cosas a esos virtuosos religiosos; asegúreles usted los amo con todo mi corazón; que mi reconocimiento será tan eterno como mi existencia. Besa su mano, José de San Martín. Buenos Aires, 16 de mayo de 1813'. Y el 26 de julio, Azcuénaga les comunica que la Soberana Asamblea 'ha tenido a bien concederles titulo de ciudadanía'. La Virgen María, objeto de su devoción Desde 1813, San Martín llevó siempre consigo el relicario de la Virgen de Luján, obsequio de su esposa, 'que morirá como una santa'; y desde 1823 guardó religiosamente sobre su pecho la preciosa reliquia, según testimonio del nieto del general Olazábal, quien la entregó al museo de la histórica villa. En 1818, después de la campaña de Chile y antes de libertar al Perú, San Martín se dirige a Buenos Aires y aprovecha el viaje para postrarse ante la Imagen de la Virgen de Luján, dándole gracias y pidiéndole su bendición. Y en 1823, en su último viaje de Mendoza a Buenos Aires, al pasar por Luján, fue nuevamente a los pies de la Virgen para agradecerle el feliz éxito de sus campañas, consolarse de la muerte prematura de su fiel esposa e implorar su auxilio en la adversidad y en el ostracismo, lejos de la Patria que había fundado. El piadosísimo general Belgrano le escribe desde Loreto (provincia de Santiago del Estero), ofreciéndole en su enfermedad la amistad y los cuidados pastorales del cura de Santiago, presbítero doctor Pedro Francisco Uriarte, que lo saludará y lo atenderá en su nombre, durante su permanencia en la ciudad. Luego, el 6 de abril de 1814, le dice: 'Mi amigo: La guerra no sólo la ha de hacer Vd. con las armas sino con la opinión, afianzándose siempre en las virtudes naturales, cristianas y religiosas... El ejército se compone de hombres educados en la religión católica que profesamos... Añadiré únicamente que no deje de implorar a Nuestra Señora de las Mercedes, nombrándola siempre nuestra Generala, y no olvide los escapularios a la tropa... Acuérdese Vd. que es un general cristiano, apostólico, romano; cele Vd. de que en nada, ni aún en las conversaciones más triviales, se falte el respeto a cuanto diga a nuestra Santa Religión...' El 8 de mayo de 1814 se hacen públicas rogativas en Córdoba por la salud de San Martín, que vivió retirado en la hacienda de Pérez Bulnes en Saldán, desde mayo hasta agosto de ese año. Allí existía un oratorio público dedicado a Nuestra Señora del Carmen y era el lugar de reunión de los vecinos, los cuales escuchaban la misa dominical con el ilustre enfermo. El 16 de julio, fiesta de la Virgen del Carmen, en ese preciso lugar, pactaron 'amistad y alianza eternas', los dos íntimos amigos: San Martín y Pueyrredón. Por mucho tiempo llevó San Martín entre sus maletas y útiles, durante sus campañas, un cuadro de la Virgen del Carmen, de 38 cm. por 31 cm. pintado al óleo sobre tela, que luego obsequió a su fiel amigo el general Las Heras. Esta imagen se halla hoy en Córdoba, en el museo particular del ingeniero Castellano. Existe también en el museo sanmartiniano de Mendoza una estatua de la Virgen del Carmen, que el general veneraba en su dormitorio.
Preocupación por la educación católica en las escuelas
La educación de Cuyo tuvo en el colegio de la Santísima Trinidad, fundado por San Martín, el más alto exponente de la cultura de la zona andina. Donado el colegio por el presbítero Cabral y regenteado por los presbíteros Güiraldes y Videla, fue puesta bajo la especial tutela de San Luis Gonzaga. San Martín estableció que se enseñaran, además de las ciencias profanas, 'los deberes del católico', como fundamento de toda cultura; y ordenó edificar la anexa capilla para las prácticas religiosas. Con idénticos fines y bajo los auspicios del general, dirigían escuelas, en Mendoza y San Juan, sus amigos y colaboradores, presbíteros Morales, Lamas y Gómez. El historiador Hudson, alumno de estas escuelas, afirma: 'Leer, escribir y contar, saber las obligaciones del católico y guardarlas estrictamente; he aquí la instrucción dada a la juventud de entonces' bajo el gobierno del general San Martín. El vicario castrense, presbítero doctor José Güiraldes, bautiza a la hija del general, el 31 de agosto de 1816, a los siete días de nacer; y el Gran Capitán pone a su 'infanta mendocina', bajo la augusta protección de la Virgen de las Mercedes. Más tarde la educará en un colegio de religiosas, donde la visitará semanalmente. En 1853, cuando Mercedes de San Martín, visita con su esposo, Mariano Balcarce, al papa Pío IX, en audiencia privada, el Padre Santo tendrá recuerdos elogiosos para el Héroe de los Andes, y Balcarce escribirá luego a Félix Frías, el 10 de febrero de ese año: 'Hemos quedado encantados con la bondad, dignidad y angelical dulzura del Padre Santo, de cuya benéfica acogida conservaremos un recuerdo indeleble mientras vivamos' En la noche de Navidad de 1816, San Martín manifestó su deseo de que la bandera, que habría de llevar la libertad a Chile, fuera 'del color del cielo', y era su voluntad que el día de Reyes el Ejército tuviera bandera, como regalo de su general. En sus pliegues fue bordado el escudo nacional 'con sedas de colores e hilos de oro, que se sacaron de una casulla de los franciscanos'; y al concluir su labor, las damas, presididas por la esposa de San Martín, amanecen arrodilladas ante el crucifijo del oratorio de la casa del General, dando gracias a Dios por haberlas ayudado a terminar la bandera y orando por el triunfo de las armas de la patria.
La Virgen del Carmen, Generala de su Ejército
San Martín, el 5 de enero de 1817, después de haber elegido en junta de oficiales a la Virgen del Carmen como Patrona del Ejército de los Andes, se dispone a solemnizar con emotivas ceremonias religiosas el magno acontecimiento. La procesión, presidida por los prelados, San Martín y el teniente gobernador, llega de San Francisco a la Matriz, donde se halla la nueva bandera depositada sobre la bandeja de plata. Antes de la misa, San Martín se levanta de su sitial, sube al presbiterio, toma la bandera y la presenta al sacerdote, quien la bendice juntamente con el bastón del General. Al Evangelio, el canónigo Güiraldes pronuncia el panegírico de circunstancias. Terminada la misa, se entona el tedéum, se reanuda la procesión y llegan, al altar del tablado, la bandera .y la imagen de la Virgen. Entonces San Martín coloca su bastón de mando en la mano derecha de la Madre de Dios, poniendo bajo su amparo la dirección del Ejército y el éxito de la campaña libertadora. Dice Capdevila: 'Tal ceremonia es un acto religioso típico, que define a San Martín como a un perfecto católico, apostólico, romano, creyente como el que más en la Madre Purísima'. El 25 de mayo de 1815, ordena como gobernador de Cuyo celebrar con solemne 'función de Iglesia' el aniversario de la Revolución; y el 8 de agosto de 1816, jura con su estado mayor, 'por Dios y por la Patria', la Independencia Nacional. Antes de -emprender el cruce de la Cordillera, el Héroe de los Andes oye misa y comulga con todo el Ejército, al que le impone el escapulario de la Virgen del Carmen; como hizo personalmente Belgrano con los cuatro mil escapularios que le enviaran las monjas de Buenos Aires, colocándoselos a sus soldados en Tucumán, después del triunfo obtenido en el día de la Virgen de las Mercedes. Y San Martín en unidad de pensamiento con su íntimo amigo el general O'Higgins -que juró proclamar a la Virgen del Carmen como Patrona y Generala de los ejércitos de Chile, si lograban las armas patriotas el triunfo de la libertad; y que después de Cancha Rayada, de rodillas ante el altar de la Reina y Madre del Carmelo, formuló el voto de levantar un templo en el campo de la victoria-, prestó su profunda adhesión a todas las ceremonias que en ese año de 1818 se realizaron en Maipú, celebrando el triunfo con imponentes actos religiosos. Ya el 16 de julio de 1817, festividad de la Virgen del Carmen, se había hecho la solemne entrega de la medalla de honor a los vencedores en Chacabuco, seguida de una gran procesión, en que participaron las tropas libertadoras; el 21 de abril de 1818 se oficia, por la victoria de Maipú, una solemne misa en la catedral de Santiago de Chile, a la que asistieron. San Martín y O'Higgins, con panegírico del presbítero doctor Julián Navarro.
Lastima que a los revisionistas lo único que les gusta destacar es que no cruzó los Andes en un caballo blanco en estado vigoroso, sino arriba de un burro y enfermo (que en parte estará bien aclararlo) o que su esposa le era infiel y Mercedes no era su hija (que me parece horrible) o la versión de los masones que dicen que San Martin pertenecía a su grupo…
Luján: origen indudable de la bandera Argentina
Mucho se ha dicho sobre el origen de los colores de la bandera Argentina. Se dice que su creador, el General Manuel Belgrano, se inspiró en los colores del cielo para imprimir el azul/celeste y blanco que la caracteriza. Sin embargo, otra es la verdad: los colores de la bandera Argentina fueron tomados de los colores de María de Luján. Lo confirman muchos testimonios escritos, como por ejemplo los textos del historiador Aníbal Rottjer: “El sargento mayor Carlos Belgrano, que desde 1812 era comandante militar de Luján y presidente de su Cabildo, dijo: “Mi hermano tomó los colores de la bandera del manto de la Inmaculada de Luján de quien era ferviente devoto. Y en este sentido se han pronunciado también sus coetáneos, según lo aseveran afamados historiadores”. El mismo autor dice: “Después de implorar el auxilio de la Virgen, y usando como distintivo de reconocimiento los colores de su imagen, por medio de dos cintas anudadas al cuello, una azul y otra banca, y que llaman de la medida de la Virgen, porque cada una de ella medía 40 cm, que era la altura de la imagen de la Virgen de Luján”. O también “al fundarse el Consulado en 1794, quiso Manuel Belgrano que su patrona fuese la Inmaculada Concepción y que, por esta causa, la bandera de la dicha institución constaba de los colores azul y blanco. Al fundar Belgrano en 1812 el pabellón nacional ¿escogería los colores azul y blanco por otras razones distintas de las que tuvo en 1794?”. El Padre Jorge Salvaire no conocía estos detalles y sin embargo afirma que “con indecible emoción cuentan no pocos ancianos que al dar Belgrano a la gloriosa bandera de su Patria los colores blanco y azul celeste, había querido, cediendo a los impulsos de su piedad, obsequiar a la Pura y Limpia Concepción de María, de quien era ardiente devoto”.
Manuel Belgrano, que había concurrido a Luján en 1812 con su ejército a visitar a María y rezar el Rosario allí con sus soldados, ofrece a la Virgen en 1813 dos banderas tomadas al enemigo en la batalla de Salta. El 27 de mayo se leyó en la sesión del Cabildo de Luján el siguiente oficio: “Remito a Usía dos banderas de división, que en la acción del 20 de febrero se arrancaron de las manos de los enemigos, a fin de que se sirva presentarlas a los pies de Nuestra Señora, a nombre del Ejército de mi mando, en el Templo de ésa, para que se haga notorio el reconocimiento en que mis hermanos de armas y yo estamos a los beneficios que el Todopoderoso nos ha dispensado por su mediación; y exciten con su vista la devoción de los fieles para que siga concediéndonos sus gracias. Dios guarde a Usía muchos años. Jujuy, 3 de mayo de 1813. Manuel Belgrano.
Al Sr. Presidente, Justicia y Regimiento del Muy Ilustre Cabildo de la Villa de Luján”. Cumplidos todos los trámites oficiales y notificaciones debidas, las banderas fueron colocadas en función solemne ante la Santísima Virgen de Luján el sábado 1 de julio de 1813. Luego de conocer estos hechos históricos que nos revelan que la bandera Argentina procede directamente del Manto de la Madre de Dios, debemos comprender que Dios no se aparta de la historia de las naciones. Somos los hombres los que nos apartamos de Dios, pese a Su insistencia en ayudarnos. En este caso, por intercesión de Su amorosa Madre.
Mensaje de Juan Manuel de Rosas, 25 de mayo de 1836
Qué grande, señores, y que plausible debe ser para todo argentino este día, consagrado por la Nación para festejar el primer acto de soberanía popular que ejerció este gran pueblo en mayo del célebre año mil ochocientos diez! ¡Y cuán glorioso es para los hijos de Buenos Aires haber sido los primeros en levantar la voz con un orden y una dignidad sin ejemplo! No para sublevarnos contra las autoridades legítimamente constituidas, sino para suplir la falta de las que, acéfala la Nación, había caducado de hecho y de derecho. No para revelarnos contra nuestro Soberano, sino para preservarle la posesión de su autoridad, de que había sido despojado por un acto de perfidia. No para romper los vínculos que nos ligan a los españoles, sino para fortalecernos más por el amor y la gratitud, poniéndonos en disposición de auxiliarnos con mejor éxito en sus desgracias. No para introducir la anarquía, sino para preservarnos de ella y no ser arrastrados al abismo de males, en que se hallaba sumida la España. -Mensaje de Juan Manuel de Rosas del 25 de mayo de 1836-
Entiendo que estas palabras no le sonaran bien a muchos, recuerden hemos sido educados en escuelas públicas yo además en Entre Ríos donde hay “que querer a Urquiza y detestar a Rosas” sigamos preguntándonos, no conformándonos con una sola visión de los hechos o con muchas y erróneas.
¿Por qué creemos que Juan Manuel de Rosas fue titulado “Restaurador de las Leyes”? Él fue, antes que nada, un tradicionalista que venía a restaurar las leyes de la patria vieja, es decir, la hispánica, la criolla, la inicial. La que perdió su rumbo luego de Mayo de 1810 y por el accionar de los salvajes unitarios tras fusilar a Dorrego en 1828 y por la ultimación que hicieron de Quiroga en 1835. Sin embargo, Rosas no desdeñó lo actuado en la Semana de Mayo: equiparó la jornada con la del 9 de julio de 1816 en un decreto que hoy pocos recuerdan (o que lo reconocen pero no lo divulgan). Debemos reconocer, no obstante, que Juan Manuel de Rosas siempre evocó más las Invasiones Inglesas en vez de la Revolución de Mayo, y eso no deja de ser un dato menor. El “Bicentenario” lejos de facilitar la consolidación de un definitivo pensamiento patriótico, vuelve a confundir los hechos de la historia para imponer, con ello, falsos nuevos “prohombres” de la Argentina, acoplándolos a aquellos que, como Sarmiento, Castelli, Moreno, Urquiza o Monteagudo, fueron introducidos en las mentes de los argentinos como “organizadores” del Estado Nacional o “mártires” de la causa independentista.
La patria no comienza hoy con nosotros, pero no puede crecer y fructificar sin nosotros. Recibimos la patria como una tarea inacabada y nos toca a nosotros, a todos seguir recreándola y construyéndola. Debemos preguntarnos ¿Qué puedo yo hacer hoy por la Argentina?
Nos trasladamos en espiritu a todos los sagrarios de nuestra patria para adorarte, Señor. ¡Dios hecho hombre por amor a nosotros! Y escuchamos tu voz “¡Yo Soy el Pan vivo bajado del cielo!” Señor regalaste a nuestra patria grandes dones naturales, para que pudieramos generar bienestar para nosotros y cubrir tambien las necesidades de otras naciones. Más qué haríamos con ellos sin el regalo mas grande: tu Hijo, hecho Pan de vida para que nosotros vivamos para siempre, edifiquemos una patria fundada sobre el pan del cuerpo y el pan del espiritu.
Señor jesús, te pedimos que nuestra patria, como un árbol plantado junto al torrente de la fe, beba de sus raíces: que crezcamos día a dia en dialogo y unidad.
Qué bueno Laura!, cuánta riqueza de ejemplo podemos absorver de nuestros verdaderos héroes: valentía, esfuerzo, amor a Dios y a la Patria sin duda, dándolo todo por verdaderos ideales.
ResponderEliminarVidas que jamás debemos olvidar, y, como padres, tenemos el deber de transmitirlo a nuestros hijos.